Si de repente resulta que un amigo no es amigo tuyo ni tampoco enemigo, si a la vez no acabas de entender si es un buen hombre o es mala gente, llévalo a las montañas, arriésgate con él, no lo dejes solo, pues, amarrados a una misma soga, sabrás, allá arriba, quién es él. Si en la montaña ni habla, si se atolondra al pisar abajo en un pedrusco de hielo y se acobarda y retrocede dando un grito, esto quiere decir, que es un extraño junto a ti, mas, no lo insultes ni acoses: con esos no se escalan montañas, a esos no se les canta aquí. Si él, sin protestar, sin lamentarse, de mal humor, exhausto, caminaba y, entonces, cuando caíste de un peñasco, gimió pero te sostuvo; si iba junto a ti como a un combate y allí en la cima se paró borracho, esto quiere decir, que como en ti mismo puedes confiar en él.
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010