Si de repente resulta que un amigo
no es amigo tuyo ni tampoco enemigo,
si a la vez no acabas de entender
si es un buen hombre o es mala gente,
llévalo a las montañas, arriésgate con él,
no lo dejes solo,
pues, amarrados a una misma soga,
sabrás, allá arriba, quién es él.
Si en la montaña ni habla,
si se atolondra al pisar abajo
en un pedrusco de hielo
y se acobarda y retrocede dando un grito,
esto quiere decir, que es un extraño junto a ti,
mas, no lo insultes ni acoses:
con esos no se escalan montañas,
a esos no se les canta aquí.
Si él, sin protestar, sin lamentarse,
de mal humor, exhausto, caminaba
y, entonces, cuando caíste de un peñasco,
gimió pero te sostuvo;
si iba junto a ti como a un combate
y allí en la cima se paró borracho,
esto quiere decir, que como en ti mismo
puedes confiar en él.
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