Tres osos y un guerrero claveteados
por aquí y por allá, decoran las paredes del restorán.
Tras una mesa, solitario, un capitán.
¿Me permite? - pregunté - ¡Siéntese,
fume! - Perdón, no fumo esos cigarros.
¡Está bien, vamos a tomar! Dame acá tu vaso,
mientras sirven... ¡Toma te estoy diciendo!
¡Salud! ¡Cómo no! ¡Salud!
- ¡Vamos! así que - dijo ya medio borracho el capitán -
tomando vodka aquí de lo lindo y, sin embargo,
¿tú viste de cerca un tanque o una ametralladora?
¿Tú estuviste, digamos por ejemplo, en algún combate?
En el 43, en las afueras de Kursk1
yo era sargento, i Lo que tuve que soportar!
¡Tuve que soportar, hermano, tanto y de todo
para que tú, jovencito, vivas en paz!
Maldecía, tomaba, me preguntó por mi padre,
gritaba, mirando con estupidez el plato:
- ¡Sacrifiqué la mitad de mi vida por ti, sinvergüenza,
para que malgastes tu vida, verraco!
¡¿Y qué si te doy un fusil y te ordeno combatir?!
¡Y tú tragando Vodka a cubos conmigo aquí!
Yo me sentía como en una trinchera en las afueras de Kursk
allá donde este capitán fue sargento.
Y él más y más se emborrachaba. Yo no me quedaba atrás.
Solamente al final de la conversación
lo ofendí, diciéndole: ¡Capitán!
¡Tú nunca serás comandante!
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