El cansancio fatal yo lo detesto,
nunca de vivir estoy cansado;
cualquier estación del ano la detesto,
cuando me enfermo o tomo demasiado.
Yo detesto el gélido cinismo,
no creo en la admiración y además,
que mis cartas lean con grosero intrusismo,
por encima de mi hombro, lo detesto más.
Detesto cuando la conversación
me dejan a medias o alguien me calla,
detesto si disparan a traición
y si a quemarropa un disparo estalla.
Detesto el chisme y sus matices varios,
el gusano de la duda picándome mortal
o cuando me llevan la contraria a diario
o cuando el hierro golpea en el cristal.
Detesto estar muy seguro de mí, es mejor
pensar que el freno no me va a responder,
detesto que se olviden de la palabra "honor"
y gfi el honor la calumnia suelan esconder.
Al ver unas alas rotas sin clemencia
no es por gusto que nunca me apiado:
detesto la violencia y la impotencia,
solo me apiado de Cristo crucificado.
Si me pongo a temblar yo me detesto
y no soporto golpear a inocentes,
que me violen el alma yo detesto
y mucho más que me escupa la gente.
Detesto el circo de la falsedad,
donde por un rubio cambian un millón,
¡pues vengan cambios en la posteridad
que nunca voy a detestarlo yo!
|