¡Yo no estoy aquí, yo me fui de Rusia!
Mis novias andan llorando a moco tendido.
Ahora siembro mis semillas
en estos ajenos Campos Elíseos.
Alguien por el barrio de Presnia1 rezongaba en el tranvía:
"¡Ya él no está aquí, por fin se largó!
¡Qué escriba allá sus raras canciones
al Palacio de Versalles!"
Oigo a mis espaldas intercambiar noticias:
"¡No!, no es aquel, aquel se fue, pregunta..."
"¡Ah! ¿no es aquel?" y se dan codazos
al sentarse uno sobre otro en el taxi.
Mi compinche de la guerra civil
- con el que estuve preso en Magadón2 -
dice que yo le escribo: "Varna,
estoy en París. ¡Vamos, hermano, ven a visitarme!"
Ya solicité el regreso,
me rebajé, me humillé y rogué...
¡Qué absurdo! No regresaré, es improbable,
porque no me he ido.
A los que creyeron en mí les haré un regalo
para que, como en el cine, haya un final feliz.
¡Cójanse el Arco de Triunfo!
¡Cójanse las fábricas Renault!
Yo me río, me muero de la risa
¿Quién creyó en esa locura?
No teman, yo no me he ido,
¡y no cuenten con que me vaya!
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