Ahora me siento explotar como trescientas toneladas de diamante, en mí hay cargas de impotencia creativa. Hoy, la Musa llegó a mi casa de visita, se sentó por un rato y se me fue. Sus buenas razones ella tenía y yo no tengo derecho a decir ni ¡ja! ¡Imagínense, la Musa de noche visitando a un hombre! ¡Sabrá Dios lo que digan los vecinos! Y todo me es tan enojoso a solas. Es que, según la gente, esta musa se instaló por días en casa de Blok y vivió en casa de Balmont sin dar señales de irse. Todo impaciencia me precipité hacia mi mesa, pero... ¡Dios, ten misericordia, sálvame! ella se fue y desapareció la inspiración y tres rublos, seguro para alquilar un taxi. Ando rabioso por la casa como una fiera en celo, Dios la bendiga, yo la perdono, se fue a visitar a cualquier otro porque seguro no la agasajé lo suficiente. E1 pastel cubierto de velitas se secó y yo me resequé todavía más y con mis vecinos, partida de canallas, me tomé el cognac reservado solo para la musa. Pasaron los años, como la gente, a la lista negra, todo quedó en el pasado, bostezo de aburrimiento, se fue sin decir una palabra, a la inglesa, pero me dejó dos versos que me han cubierto de lauros, flores y admiración; aquí están, ¡no hay dudas, soy un genio!. "Recuerdo el instante maravilloso aquel cuando ante mí apareciste tú"1        
1 Versos de A. S. Pushkin.

© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010