Recuerdo el comité militar de reclutamiento:
"¡No sirves para tirarte de un avión! ¡Así es,
no pasarás el examen!". (Después carcajadas).
"¿Qué soldado serás?" - me dicen.
"Enseguida te mandarán a la enfermería".
De mí harán un soldado igual que de otro cualquiera.
Pero en la guerra es como con la guerra
y para mí es dos veces más como en la guerra.
Se me pega la guerrera en la piel de la espalda,
me rezagaba, me iba de la escuadra;
pero, una vez, en un combate
no sé por qué me cayó bien mi sargento.
La "piña" de amigos de trinchera con sus bromas escandalizaba:
"¡Recluta! ¿Cuánto es dos veces dos?"
"¡Oye tú, pasmado! ¿Es verdad que Tolstoi es conde?
¿Y quién es la esposa de Gogol?"
Entonces, intervino mi sargento:
"Ve y duerme un poco, no eres ningún santo, mañana habrá combate".
Y una vez cuando me paré,
en medio de una balacera me gritó.
"¡Al suelo!" - y después dos malas palabras de las gordas
"Dime, ¿quieres un balazo en la cabeza?"
y me preguntó: "¿Y qué, en Moscú
es verdad que hay edificios de cinco pisos? "
Silbó una ráfaga sobre nosotros y él comenzó a gemir,
la metralla lo enfrió
y no pude responder a su pregunta.
Se desplomó sobre la tierra a cinco pasos,
a cinco noches de nosotros y tras dar cinco vueltas,
quedó con la cara hacia el occidente y las piernas al oriente.
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