Si en algún lugar, una noche extraña y agitada,
das un traspiés y estás al borde de la muerte,
no te escondas, no te calles, grítame
y te escucharé y sabré que es tu voz.
Quizás caíste de un balazo en un campo de centeno,
¡resiste! Enseguida iré, mis piernas no se cansan.
Volveremos al aire y a las hierbas que curan,
pero, no te mueras, enjúgate la sangre.
Si estás a caballo ven al galope,
tu potro bayo encontrará el camino
hacia donde siempre brotan fuentes de agua viva
que te van a sanear esas heridas.
¿Dónde estás? Encerrado o por un largo camino,
en cuál bifurcación, o cruce, en cuál encrucijada.
¿Quizás, cansado, te ahogas en un vaso de agua
y no encuentres el camino para regresar?
Aquí, bajo la nieve, corren con tal pureza los arroyos
que no hallarás ni inventarás nada más hermoso;
aquí, flores, árboles y arbustos no tienen dueño,
y si se nos antojan, serán nuestros.
Si te es difícil andar con el fango a las rodillas,
por los arrecifes, descalzo por el agua con un frío que pela,
envejecido, curtido por los vientos, lleno de humo, chamuscado
por el fuego; como estés, confía, ven despacio, llega a rastras.
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