Cuando no cante y deje de tocar por siempre, no imagino cómo ni dónde he de morir, algo sé muy bien; seguramente, ¡no tendré ganas de morir! Atado a la burda cadena de la fama, a mi alcance no están los eslabones de la gloria, ¡eh! ¿quién a mi puerta llama con los nudillos y los toscos aldabones? Nadie responde. Pero sé que están ahí, a quienes los perros con cadenas no asustan para nada, y, vean, advierto sobre la cerca, allí, la conocida hoz en la guadaña afilada. ...Yo me sacudo el collar de plata, la cadena de oro me destrozo a mordidas, salto la cerca y las espinas puntiagudas desgarran mi costado, mas, ¡a la tormenta escapo en estampida!
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010