Aquí tienes el boleto, tu tren es este. Solo a ti se concede lo mejor: ver en colores un sueño del paraíso, una película ininterrumpida por tres siglos. Todo quedó atrás, todas las huellas se han borrado, no llevemos ningún contrabando. Estás puro como un querube. No es en primera clase, sin embargo, dan ropa de cama. Mira, se cumplen las profecías. El tren parte hacia el cielo. ¡Buen viaje! ¡Ah, cuánto deseamos, cuánto todos deseamos, no morir, sino quedar dormidos solamente! Andén terrenal. No te desalientes, no grites. Él es sordo a nuestras quejas. Uno de nosotros se fue al paraíso, se encontrará con Dios; si es que hay algún dios, salúdalo de mi parte, si lo olvidas, no importa, sobreviviremos. Pocos años nos quedan y bromeando, como Dios manda, moriremos. Mira se cumplen las profecías. El tren parte hacia el cielo. ¡Buen viaje! ¡Ah, cuánto deseamos, cuánto todos deseamos no morir, sino quedar dormidos solamente!         Se irán como nosotros hacia la nada sin sueños los hijos y los nietos de los nietos por tres siglos. No quiera Nuestro Señor que una guerra estalle y dejemos a los biznietos haciendo el papel de imbéciles.                 Nos despertará cualquier tipo y volverá el mundo del pasado con guerras y dolor y cáncer y volverá a imperar la gripe en Hong-Kong. ¿Acaso, hombre feliz, estás preparadito para todo eso? Tonto... Así que, ¡adiós! Suena el silbato. ¡Buen viaje! ¡Cuídate de las desgracias! Y si en verdad existe Dios, recuerda saludarlo de mi parte.
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010