Cuando las aguas del diluvio universal volvieron a la serenidad, huyendo de la espuma, torrencialmente, surgió el Amor en medio de la soledad.     Y los locos - tenemos aún de esa gente - respiran esa mezcla a todo pulmón, a plena entraña, sin esperar premios ni castigos en la vida. Aquí se respira - piensan con inocencia - y caen de pronto en la misma cadencia de esa respiración enrarecida. ¡Solo como un barco a flote el sentimiento queda largo tiempo sobre el mar, antes de saber que "amar" es lo mismo que "vivir" o "respirar"! Y habrá peregrinaciones y extravíos abundantes, ¡grande es el país del amor y hermoso! De sus caballeros, por el mundo errantes exige siempre más, severo y receloso, separaciones, distancias torturantes y nos priva de paz, sueño y reposo. Pero los locos no se vuelven atrás, siempre dispuestos a pagar más y cualquier sacrificio y precio, riesgo y muerte es poco para no perder jamás el mágico hilo, invisible, de fervor tenaz que los sostiene contra toda suerte. ¡Un aire fresco embriaga a los elegidos, saliendo de entre los muertos sin cesar pues, si no amamos con todos los sentidos, no se puede vivir ni respirar! Pero muchos en las aguas del Amor ahogados, por mucho que gritaron no fueron escuchados... los cuentistas llevan su cuenta muy certera, mas la cuenta con sangre se ha manchado... Y encendemos cirios a la cabecera de los que mueren de amor, desesperados. Sus voces y almas confundidas vagan por las flores, respirando unidas y alientan la eternidad con hálito profundo y se encuentran “respirando anhelantes - por los ríos y puentes siempre errantes y por las encrucijadas de este mundo. ¡Yo por los amantes calmo el viento, y que canten en sueños y en la realidad! ¡Yo, solo si esto amando aliento! ¡Yo, solo vivo amando de verdad!
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010