Todos dicen que me falta ingenio.
No soy el hombre del siglo, lo acepto.
De cálculos integrales no entiendo:
no los alcanza mi intelecto.
Una vez, con piscina el océano comparé,
desde entonces, me regaña mi amigo.
Pero incluso el gran físico Einstein
lo vio todo, igual que yo, relativo.
Escribo versos sobre la ropa afelpada,
¡y qué versos!... Os contaré orgulloso:
una noche se me acercó mi vecino de sala -
en paz descanse - y rompió en sollozos.
Cualquier cosa describo: objeto, animal,
mencioné a personas, mujeres y amantes,
pero los redactores lo vieron tan mal
que - perdóname, Musa - tuve que dejarte.
Me llaman zafio: bien en Niza no he estado.
Hablé en verso sobre el agua y el vapor.
¡Qué pena que muriera aquel colega alcoholizada!
Habría defendido mi talento y mi honor.
Y ahora, abandono un letargo largo,
tras una pesadilla, respiro otra vez y vivo.
De un delirium tremens salgo
y - esperando otro - ¡escribo!
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