Huyendo de la fama de golfo y troglodita, prefiero alistarme con los antisemitas. Ellos reciben, casi sin excepciones, apoyo y entusiasmo de muchos millones. Tomé la decisión. Mis puños ya palpitan. Mas habrá que averiguar quiénes son esos semitas. ¿Y qué pasa si ellos buenos señores son? ¿Qué pasa si me meto en algún follón? Mi amigo y maestro, un borracho empedernido, me explicó que los semitas tan sólo son judíos. Es una suerte realmente grande. ¡Tranquilo estoy! ¡No hay nada que me espante! Y me costó, pues con muchísimo respeto tratar solía a Einstein, llamado Alberto. Mi estúpida pregunta me perdonarán: ¿Cómo clasifico a Lincoln Abraham? Entre ellos, Kápler1, desterrado por Stalin; entre ellos, mi querido Charlie Chaplin; mi amigo Robinóvich; los que sufrieron del fascismo; incluso el padre del marxismo. El mismo borrachín me dijo, después de unos tragos, que gustan de la sangre de los bebés cristianos; ¡Y comentaban los chavales en la cervecería que, tiempo ha, crucificaron al Mesías! ¡En busca de sangre, malditos tunantes, torturan en el zoo a los elefantes! ¡Robaron al pueblo - estoy enterado - también la cosecha del año pasado! Construyen casas en dirección a Kursk y a Kazan. Viven cual dioses... ¡y allí están! Ya no me asusta ninguna salvajada: ¡Judío muerto, Rusia salvada!
1 Kápler, Lazar Yákovlevich - cineasta soviético, del que se enamoró la hija de I.Stalin, siendo todavía colegiala. Fue acusado de espionaje y condenado a varios años de trabajos forzados.

© Oleg Shatrov. Traducción, 2012