No fue ninguna bagatela:
te tenía en la mano abierta
como una preciosa novela
de tosca sobrecubierta.
Me prendé como un niñato,
discreto y vehemente,
leía nuestro relato
con título indecente.
Hubo lágrimas, amenazas:
siempre las mismas.
Todo era prosa rasa
y muy pocas rimas.
Tu cariño violento
y demás pericias
fue espantoso como un cuento
de la temprana puericia.
A menudo pensé, inocente,
que no te habían leído,
pero te hojeó mucha gente,
como una pieza de archivo.
Aunque sea ya tarde,
sigo esperando el instante
para pasarle a alguien el libro
con título humillante.
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